Esta mañana he quedado a desayunar con un antiguo compañero de trabajo. Resulta que justo ahora hace un año de la última vez que nos habíamos visto. Y en aquella ocasión también hacía casi otro año de la anterior.
En este tiempo apenas hemos mantenido el contacto, hablando ocasionalmente por skype, y poco más. Sin embargo, ¿No os pasa con determinadas personas que a pesar del distanciamiento al que en ocasiones te lleva la vida, a pesar del tiempo sin veros, en los reencuentros te da la sensación que no ha pasado el tiempo? ¿Qué sigues manteniendo la complicidad y cercanía con esa persona prácticamente intacta? ¿Cómo si siguierais viéndoos todos los días?
El caso es que hoy he invertido mi mañana de la mejor manera posible: pasando el tiempo con mi amigo. Porque no tengo demasiado claro en que momento un compañero de trabajo se convierte en amigo. Pero lo que si se es que esta persona es mi amigo; a pesar de apenas habernos visto fuera del trabajo en los muchos años que estuvimos juntos. Y os aseguro, además, que no soy nada dado a considerar amigo a cualquier conocido. Más bien al contrario, que para eso soy muy mío. Para mí la amistad implica bastante más. Es como un frasco de perfume que se regala o te regalan determinadas personas a lo largo de tu camino, y que con suerte, y cuidándolo mucho, te dura toda la vida. Y precisamente por eso, por respeto a todas estas personas, el concepto de amistad no debería banalizarse y usarse de forma genérica cuando no aplica, porque le hace perder su valor.
No se si os pasará a vosotros también, pero creo que hay muchas ocasiones en las que una persona pasa a ser algo más que un compañero (igual puede pasar con un cliente, el padre de un amigo de tu hijo, o un conocido cualquiera), pero todavía no es realmente un amigo. ¿En que se convierte entonces? Seguramente sea una paranoilla mía, pero este tipo de cosas me han inquietado desde siempre. Porque no me gusta nada ser falso con la gente, pero tampoco hacerla sentir incomoda, o molesta; y bajo esta circunstancia, seguir llamando a alguien compañero me parece es no poner en valor la confianza que ambos os habéis ganado; pero llamarlo amigo resultaría, además de inexacto, un agravio comparativo para con tus verdaderos amigos. Por este motivo yo inventaría un nuevo concepto, el “compamigo”. Y así evitamos esa zona de indefinición.
El caso es que mi desayuno hoy ha durado cuatro horas. Cuatro horas en las que nos hemos puesto al día, y en las que hemos rememorado nuestros muchos “Coffee Time” de oficina, casi siempre cuando el sol todavía no había entrado a trabajar (ni el resto de compañeros), y en nuestra maquina de café favorita. Esos momentos de charlas de fútbol, de baloncesto, tenis, música, cine, viajes, vino (hasta hoy no me he dado cuenta realmente cuantas aficiones compartimos). Charlas de todo ¡hasta de trabajo! Mucho trabajo. Ratos para contarnos nuestros problemas, nuestras inquietudes. Trocitos de tiempo donde compartir la vida.
Muchas veces el destino aparentemente nos lleva a tener que dedicar una parte importante de tu tiempo a personas que en realidad no se merecen un segundo (esto desafortunadamente no siempre lo descubres a tiempo). Un tiempo que estás desviando y le estás quitando a las personas que realmente si lo merecen; pensado erróneamente que ya compensaras este déficit, que habrá tiempo para todo. Que siempre van a estar allí. Y casi siempre estarás a tiempo de cambiar tu forma de actuar, pero piensa que ese tiempo malgastado ya no va a volver; que el verdadero valor de todo esto es poder compartir al máximo tu tiempo y tu vida con tus seres queridos, no simplemente que “estén allí”.
Hasta hoy he conseguido andar mi camino sin tener que arrepentirme de demasiadas cosas. Pero una de ellas es haber estado casi siempre demasiado ocupado. Por lo menos desde hace unos años. Demasiado ocupado para cuidar mis amistades. Ocupado para disfrutar momentos con mi familia, e incluso para dedicar tiempo para mí. Tener una vida súper ocupada y ajetreada no es siempre sinónimo de vivirla plenamente. Todo se aprende.
Me gustaría acabar el post con un relato (una pequeña fábula anónima), que tiene que ver un poco con todo este tema de la amistad, la cercanía, los distanciamientos, el tiempo para compartir, … y que cuando la leí me pareció una metáfora deliciosa.
El tren de la vida
“La vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros…
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, creemos que siempre viajarán a nuestro lado… Pero en alguna estación ellos se bajarán dejándonos seguir el viaje, de pronto nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable…
No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas, se irán subiendo al tren de nuestra vida… Nuestros hermanos, amigos y en algún momento, el amor de nuestra vida…
Algunos tomarán el tren, para realizar un simple paseo… Otros durante su viaje pasarán por momentos de oscuridad y tristeza… Y siempre encontraremos quienes estén dispuestos ayudar a los más necesitados…
Muchos al bajar, dejan un vacío permanente… otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon sus asientos…
Es curioso ver como algunos pasajeros, aún los seres queridos, se acomodan en coches distintos al nuestro… Durante todo el trayecto están separados, sin que exista ninguna comunicación…
Pero en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte… De lo contrario, puede ser tarde y encontraremos a otra persona en su lugar…
El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas…
Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor que tengan para ofrecer. En algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos… pero recordemos que nosotros también, muchas veces, titubeamos y necesitamos a alguien que nos comprenda.
El gran misterio para todos, es que no sabremos jamás en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado.
A veces pienso en el momento en el que me toque bajar del tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia…? Separarme de los amigos que hice en el viaje, será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje.
Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran en este tren hasta la estación final. ”
Angel Sierra
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