Muerto por viejo. No es la típica frase hecha, es literal. Me refiero al hecho que he leído en El País sobre un anciano de 78 años que ha matado a bastonazos a otro de 92 en una residencia de Toledo. Que digo yo que ¡ Ya podría el jovenzuelo abusón del bastón meterse con alguien de su edad !

7776233_sEl agresor, que al parecer no se ha roto nada y está de nuevo plenamente preparado para meterle al que sea, ha pasado ya a disposición judicial, donde se le ha decretado prisión provisional y sin fianza. El anciano «es tranquilo, pacífico y cariñoso», ha declarado el director de la residencia, José Olaya. Esto me suena como el típico caso de violencia doméstica o de crimen de barrio, donde siempre los vecinos salen con un “pues parecía muy buen chaval” o “no habían reñido nunca” (claro que siempre está el agorero del “Esto ya se veía venir”). Pero en una residencia presupone un poquito más de control y previsión, ¿no? Pacífico y cariñoso. Si, mi gato también era muy cariñoso y arreaba unos mordiscos el cabrón… Pero entonces, ¿Qué ha podido pasar?

Repasando la noticia en los diferentes medios de comunicación todos parecen estar de acuerdo en que el desencadenante principal del suceso es el leve Alzheimer que padece el detenido. Esto, unido a que ambos ancianos compartían habitación, y que al parecer el agresor se quejaba de que su compañero hablaba mucho.

Muchos casos hay de enfermos de Alzheimer en residencias compartiendo habitación, y sin embargo muy pocos que maten a palos a su compañero. Y respecto a que hablaba mucho… ¿Quién no ha pensado más de una vez en matar a un adorable ancianito bocazas? Pero no lo hacemos. Claro está que puede ser que a la vez que nos aparece la incontinencia urinaria resulte que no puedas reprimirte el resto de instintos vitales, tales como dormirse hasta dentro de la ducha, coleccionar pastillas de colores, jugar a las cartas hasta la extenuación, o apalear personas. Aún así, lo siento mucho pero no me cuadra. No estoy de acuerdo con la hipótesis presentada.

Por este motivo he decidido profundizar en el tema e investigar el asunto. Para ello he utilizando la misma técnica y rigor que al parecer han seguido los diferentes medios de comunicación que he observado para llegar a sus concusiones: leer por encima la casi inexistente información recabada en las entrevistas realizadas en el lugar del crimen, e inventarse con ello el relato de los hechos. La única diferencia es que yo no he obviado un par “hechos” que se mencionan y que parece han pasado bastante desapercibidos.

El responsable de la residencia ha comentado que el resto de ancianos están «tranquilos» y hacen vida normal. «Prácticamente no se enteraron, salvo los compañeros más cercanos».

¿Tranquilos? Esto solo puede significar tres cosas:

  • El director miente para tratar de mantener la normalidad en la residencia y evitar además “fugas” de clientela. Lo he descartado rápidamente. No creo que una persona con un puesto de dirección en una institución que vela por el bien de nuestros mayores pueda mentir descaradamente para tratar de beneficiarse con ello.
  • Los ancianos de la residencia realmente hacen vida normal, lo cual indicaría que son cómplices del asesinato. Este es el quid de la cuestión.
  • Cualquier otro motivo. Descartado. Al igual que el resto de medios, por desconocimiento de los mismos y por poco interesante.

Además resulta que los dos ancianos eran vecinos de la localidad de Navamorcuende (si dices tres veces Navamorcuende delante de un espejo se te aparece el diablo y te aniquila a bastonazos, que más mata el diablo por abuelo que por diablo).

 Así que, atando cabos, está claro que los dos abuelos se conocían de mucho antes de entrar en la residencia. La víctima, que llamaremos “Abuelo A” era el guaperas de Navamorcuende, un hombre de mundo, y allá por el año 1948, en un invierno especialmente duro, mancilló el honor del “Abuelo B” yaciendo en repetidas ocasiones con su mujer (“Abuela B”). Así, el “Abuelo A” tuvo que huir del pueblo ante las amenazas de muerte volcadas por parte del “Abuelo B”. 65 años después, y después de una vida entera buscando venganza sin éxito, el “Abuelo B” descubre que su archienemigo está en una residencia de mayores en Toledo, y decide ingresar voluntariamente. Pero con tan mala suerte que el Alzheimer le sobreviene y le hace olvidar su turbio pasado y el motivo de su encierro. A estas, el “Abuelo A”, que llevaba varios años ya en la residencia, no paraba de contar historias de sus amoríos de juventud, tratando con ello de conseguir la envidia de sus compañeros varones, y ganarse los favores de las ancianas…Y así fue como acabaron compartiendo dormitorio, “Abuelo A” y “Abuelo B”, sin reconocerse el uno al otro.

Fue una tarde de un invierno especialmente suave, concretamente en enero de 2014, cuando “Abuelo A” contó su historia de amor con la “Abuela B” delante de todos. Y entonces el “Abuelo B” borró su Alzheimer y lo recordó todo. Y así, el “Abuelo B”, tranquilo, pacífico y cariñoso como pocos, con la complicidad del resto de ancianos varones de la residencia, pudo por fin ejecutar su venganza. Lástima que con el último bastonazo olvidase por qué lo estaba haciendo.

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Angel Sierra

"Saber escuchar no siempre significa no tener nada que decir." Cinéfilo, tecnólogo, deportista, tímido, imaginativo, trabajador, viajero, comunicador, compañero, disfrutón, tranquilo, loco, músico, cocinero, gestor, bailarín, empático, friki, complicado, géminis... siempre diferente. Huye de encasillamientos; de lo que has sido o dicen que eres. Sé lo que quieras ser... sobre todo buena gente.

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