Está de actualidad destacar lo bueno y enriquecedor que resulta fracasar en algo como paso previo para alcanzar finalmente el éxito. Este pensamiento en el que, como en otras cosas, los americanos nos llevan unas cuantas décadas de ventaja, se “pone de moda” ahora en España en gran parte por la situación de eterna crisis en la que parece nos hemos instalado, por el gran auge de los “Emprendedores forzosos” debido a esta, y por la “extraña” eclosión del “fenómeno” coaching debido a todo lo anterior.
¿Qué opino yo de esto? Bueno, pues en mi humilde opinión creo que se ha degenerado un poco el mensaje, y que realmente se está tendiendo a sobrevalorar el fracaso. Es cierto que fracasar desencadena unos procesos cognitivos que no se producen de manera natural con el éxito y que, además de la propia experiencia adquirida, te hacen replantearte de manera mucho mas profunda cómo intentar no volver a caer de igual forma la próxima vez, y como alcanzar tu meta. Pero el fracasar por fracasar tampoco es en si un valor positivo ni deseable. Primero porque se puede llevar por delante a muchos (no todo el mundo tiene la capacidad de volver a levantarse, ni activa igual de efectivamente los mecanismos anteriormente comentados). Y segundo porque sin la experiencia del éxito este análisis resultará siempre incompleto (puedes deducir que has hecho mal, pero no compararlo con lo que hiciste bien en su día). La clave desde mi punto de vista sería ser capaces de adquirir y desarrollar estos mecanismos de análisis profundo en situaciones menos negativas y, sobre todo, eliminar el estigma que en nuestra sociedad rodea a quien ha fracaso en alguna ocasión (curiosamente esto último es lo que menos de moda se ha puesto, aunque no debe sorprendernos en nuestro querido país).
En fin, que las bondades del fracaso es como lo de que la belleza está en el interior. Realmente puede ser verdad, pero este dicho no lo invento una persona guapa, ¿verdad?
¿Y por qué digo ahora esto? Bueno, normalmente este concepto suele aplicarse dentro del plano profesional, pero no veo el motivo para no extenderlo a cualquier otro ámbito. Sobre todo si hace apenas una semana que uno ha fracasado “estrepitosamente”.
Y es que el sábado de la semana pasada participé en la edición de este año del maratón alpino de Jarapalos; una de las pruebas más duras de la temporada según los especialistas. Pasado de peso (unos 5kg por encima de mi peso ideal), desentrenado (apenas puedo contar con los dedos de la mano mis salidas a practicar cualquier tipo de actividad en los últimos tres meses) ,y con la cabeza puesta en otras historias, se me ocurrió pensar que sí no hace tanto logré un debut tan razonablemente glorioso en mi carrera como corredor «profesional» con la 101 de ronda, podía intentarlo en esta a ver que tal.
En cualquier caso tampoco penséis que me hacía muchas ilusiones. Lo más normal es que no aguantara un ritmo medianamente aceptable y no pasara el primer tiempo de paso (en el km 11). Así que en unas tres horas podía estar volviendo a casa… y al menos lo habría intentado. Esto que a mi me gusta llamar mentalidad de no tirar nunca la toalla e intentarlo siempre, mi mujer lo llama cabezonería; y mi padre diría estoy gilipollas. Pero sea como se diga, allí me planté.
Y en el comienzo de carrera mi previsión no se alejó demasiado de la realidad. Me puse a darlo todo, con la única idea de superar al menos ese difícil primer punto de corte (para mi y mi estado). Muy pronto me di cuenta que efectivamente estaba bastante lejos de mi mejor nivel, e incluso bastante peor de lo que me podía imaginar…, pero aún así seguí al máximo que daba mi cuerpo. Y quizás por eso, en el km 8, a menos de 3 Km del primer punto de corte, me llegó un puñetero tirón en la pierna derecha. Doloroso, pero aparente sólo un aviso. Aunque suficiente como para que, unido a mi cansancio ya por ese entonces, y a la cuesta que arrancaba, me hiciera parar mi trote cochinero y seguir andando esos tres kilómetros. Y así llegue a lo alto el cerro de Mijas, justo en el tiempo límite de paso: vía libre al menos hasta el siguiente te punto, en el km 27 ¡viva!
Entonces recuperé fuerzas en el avituallamiento, relajé musculatura, y en un par de minutos proseguía mi camino. Y me lancé de nuevo a la carrera. Pero en sólo unos metros mi tirón se convirtió en pinchazo, y el dolor se multiplicó por 100.
Inciso: Reconozco que siempre he considerado a los corredores de fondo unos auténticos fanáticos locos. Muy dados no solo a soportar un esfuerzo tremendo y eternamente prolongado, sino a sufrir dolores, desmayos, e infinidad de problemas físicos sólo por seguir en carrera; a riesgo muchas veces de agravar su lesión, o incluso de poner realmente en peligro su salud. En la 101 viví muchas situaciones de este tipo, y solo tengo que decir que yo NO soy así. Me gusta correr, lo disfruto, pero no pertenezco a esa raza. Ese empecinamiento me parece una tontería, sino una temeridad. Por supuesto que conozco lo que es la dureza y la soledad de los entrenos, el llevar al límite tu cuerpo, sufrir algunos dolores musculares, agujetas, ampollas … Pero eso es otra cosa. El dolor de una lesión, o un problema más serio… Eso son palabras mayores.
Retomo la carrera: Así, y llegado este momento de carrera, cojo de una pierna, con sólo 11 km recorridos y 32 por recorrer, y muy retrasado en carrera, era mi momento de demostrar lo que es tener cordura en carrera: entonces decidí seguir la carrera, cojo y dolorido.
En los siguientes kilómetros aprendí algo nuevo acerca del sufrimiento y los umbrales de dolor. Si estás físicamente bien, una carrera puede ser muy dura y hacerte sufrir … pero si tienes problemas físicos….eso sufrir de verdad; sentir cada paso… Y no me quiero ni imaginar alguien con problemas mayores a los míos. El caso es que el dolor de mi pierna derecha jugueteaba con unos cada vez mayores y más frecuentes calambres en los cuádriceps de ambas piernas, calambres que por segundos me paralizaban por completo. Además el perfil de la carrera no ayudaba para nada.
Antes de cada control al que llegaba me prometía que era el último, y una vez allí siempre seguía en carrera (lo de carrera es un decir). Y así fue hasta que en el km 27 pasé fuera de tiempo el segundo punto de control, y a pesar de mis intentos por convencer al personal de la organización para que me dejase seguir (¿?¿?¿?), me echaron de carrera. Seguramente vieron mi estado y se apoyaron en el reglamento para hacerlo (después en las clasificaciones vi que más de medio centenar de personas pasaron por ese punto después de mí y les dejaron seguir).
Fracasé en mi intento. Fue una experiencia enriquecedora si. Pero sobre todo fue un fracaso. Aunque me sirvió de nuevo para conocerme mejor. Cada carrera es una sesión de coaching impagable y del de verdad (de esto ya hablaré otro día). Autoconocimiento, plantearte las cuestiones adecuadas, sacar lo mejor de ti…
Conocí además gente con la que compartí enriquecedoras experiencias vitales. Me hizo recordar lo bueno que hice en carreras anteriores y que me faltó en esta. Aunque esto último no es mérito del fracaso, al menos en mi caso. Yo ya sabía que hice por ejemplo en la 101 para logar alcanzar mi meta, y que no había hecho ahora. Pero quizás esta experiencia si me ha hecho valorar más mi preparación de anteriores ocasiones. Y también me dejó claro que sí quiero seguir disfrutando de estos ratos debo volver a trabajar más en serio. No en el corto plazo, sino en el medio y largo; con constancia.
Las claves del fracaso: El día de la carrera en Jarapalos di bastante más de lo que podía… Pero esto no funciona así. Hay que prepararse precisamente para que el día de la carrera no necesites tirar de heroica. Esta carrera ya está perdida. Primer fracaso deportivo de este año. Igual que la maratón de Málaga, que es dentro de dos semanas, y que me pilla sin tiempo de reacción para prepararme mejor (apenas me da para recuperarme). Pero también la correré. Eso si, para mis próximos retos, alguno de los cuales daría miedo a cualquiera, tendré más «armas» para disfrutar la carrera y hacer el mejor papel posible. Por ahora no quiero volver a ser el de la belleza interior…
Inciso 2: No quería acabar este post sin agradecer a mi amigo Diego no ya por sus palabras de animo el otro día justo al coronar el cerro de Mijas, sino por acercarme, casi por casualidad, a este deporte de Trail Running. Siempre me ha gustado correr, aunque nunca he necesitado competir. Sin embargo, y sin desmerecer otras disciplinas, la combinación de Running con naturaleza, el enfrentarte a perfiles de carrera tan variopintos, vencer al terreno, superar tus metas… me genera una sensación de libertad y bienestar que me ha “enganchado” por completo. Aunque quizás hablar de bienestar justo después de esta carrera quede “raro”.
Angel Sierra
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