Llevo tantos días sin escribir en el Blog que ya no sé si recordaré cómo se hacía. Y sí, puede que sea un poco exagerado, ya que en realidad solo ha sido una semana…¡Pero qué semana!
Sabéis que un embarazado dura 40 semanas (recordad, en semanas… no en meses), tiempo que la madre naturaleza considera necesario y suficiente para la perfecta formación y maduración de tu futuro retoño. Pero es más que eso… y es que la naturaleza, en su infinita sabiduría, nos regala además este periodo de tiempo para permitirnos asimilar gradualmente, sobre todo en el caso de la mujer, los muchos cambios que se producen en todo este proceso, y dejarnos además tiempo (en este caso tanto a la madre como el padre… ) para ser plenamente conscientes, e interiorizar de forma gradual, el profundo giro en tu vida (por decirlo suavemente) que supone ser padres.
Pues bueno…resulta que durante esos últimos diez días al parecer hemos dado un inusual salto cuantitativo en los niveles sensoriales y experienciales derivados del fenómeno de la procreación. Tratando de ser algo menos técnico en mis palabras…nos hemos meado fuera del tiesto; hemos cogido el proceso de adaptación gradual, y nos hemos “cagao” encima; nos hemos salido del camino para meternos en los «sembraos». Vamos, que se nos ha ido de las manos.
Y es que hace diez días éramos la típica pareja de futuros papás, viviendo intensamente aproximadamente la mitad de su primer embarazo: en la semana 26, recién abandonado ya el segundo trimestre (normalmente el más cómodo para la madre), disfrutado y/o sufriendo los habituales efectos graduales de la gestación (notando cada vez más a nuestra pequeña, con una barriga “gustosa” y cada vez más gordita, con ligeros problemas de ardor de estómago, visitas periódicas al ginecólogo,…); la madre trabajando con normalidad, y todavía con unos cuantos meses de margen para poder “encajar” todas las piezas (prepararnos para el parto, comprar el “kit” completo del bebe primerizo, acondicionar la casa,…).
Pero como digo eso era hace diez días, porque entonces, y en cuestión de pocas horas, a mi mujer le concedieron finalmente la baja laboral (algo muy positivo pero con un interesante volumen de papeleo los primeros días), le salió positivo el test de la diabetes gestacional (lo que implica cambios en la dieta, visita al endocrino,…), iniciamos los cursos de preparación al parto (que nos acompañaran ya todas las semanas de aquí al final), y comenzamos la campaña intensiva de “compras para el bebe”… ¿se me olvida algo? Ah, sí: también fuimos papás.
No, no os alertéis. No se nos ha adelantado tanto el parto. Fuimos papas de un niño de 19 meses (y eso sí que sería adelantarse…), y solo temporalmente. Aunque tampoco os creáis que estuvimos exentos de experiencias de alumbramiento prematuro, porque sí que tuvimos en esos días nuestra primera sesión de monitores (muy adelantada), junto con una hospitalización (breve) en la planta de “parturientas” del hospital materno. Pero como digo el resultado de todo esto no fue un parto prematuro. Bueno, realmente si que hubo un nacimiento adelantado… pero que no tenía que ver con nosotros… bueno, esto tampoco es cierto, porque sí que tenía que ver mucho con nosotros: fue en nuestra misma habitación, ese mismo día y los felices papas son unos muy buenos amigos. Y así, por “casualidad” compartimos algunos de los momentos previos al parto, viviendo así en primera fila el cambio de la incertidumbre y la expectación en sus caras en el “antes”, a la más absoluta felicidad del “después”. Ya os hablaré otro día con más detalle de esta feliz noticia (o mejor, intentaremos que lo haga el propio papi)…
El caso es que, entre medias de todas estas vivencias, este tiempo hemos disfrutando cuidando a nuestro sobrino (el niño de 19 meses al que me refería antes). Y esto sin duda ha sido la experiencia más “intensa” estos días. Podría haber elegido el verbo “sufrir” en lugar de “disfrutar”, porque realmente encontrarte de golpe con un niño de esa edad, descubriendo de un día para otro el esfuerzo y dedicación que requiere, resulta bastante duro. Pero gana por mucho el placer de compartir y disfrutar tu tiempo, en este caso con tu sobrino. Y está claro que si resulta tan tremendamente gratificante con tu sobrino, no quiero ni imaginarme lo que puede llegar a ser con tu propio hijo (reconozco que en ese tiempo me he vuelto adicto al enano). La pena es que cuando nazca nuestra hija no vendrá con una libreta como la que nos dejó mi cuñada con todas las “instrucciones de uso”. Pero bueno, ya la iremos escribiendo…
¿Conocéis el “Cuento de navidad”? ¿El del Sr. Scrooge? ¿Ese viejo gruñón e insoportable que no creía en la navidad, ni en la gente, ni en nada? ¿A quién se le presentaron los espíritus de las navidades pasadas, presentes y futuras, y le mostraron los efectos de sus actos sobre su vida y la de los seres cercanos? Pues a nosotros, en cierta manera, nos ha visitado estos días el espíritu de las navidades futuras (unas más cercanas, con los momentos justo antes y después del parto; otras, algo más distantes). Una especie de Regreso al futuro… ¿Y sabéis qué? Que nos ha gustado.
Angel Sierra
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